La máxima de todo comprador o usuario de servicios ha sido siempre “bueno, bonito y barato”. En el caso de los profesionales que prestamos servicios, más concretamente, en el caso de profesionales del diseño gráfico, web o de la programación, esta expresión se convierte en “bueno, urgente y barato”.
Cuando estamos empezando nos sentimos capaces de todo, creemos que podemos meternos en cualquier embolado por cuatro perras: “sí, eso te lo hago yo en un rato…”. Y se abre el abismo ante ti, aunque tu inconsciencia de principiante te ciegue y no te deje verlo. Además, en los comienzos te lanzas a trabajar con fools, friends and family, y es entonces cuando caer en este abismo está más que asegurado.
La primera vez que caes, piensas que no te va a volver a ocurrir más, la segunda también y así sucesivamente. Es normal, hasta que entras en una espiral de la que ya no puedes salir.
Parece mentira que no seamos capaces de darnos cuenta, te crees que únicamente te ocurre a ti, pero no, no eres el único. Yo empecé a ver la luz cuando descubrí a Laura López, que cuenta estas cosas desde su propia experiencia, y aporta ciertas soluciones al problema, que en numerosas ocasiones se limitan a subir los precios. Esta solución no le gusta al mercado y acabas echándote para atrás siempre.
Pero dicen que lo simple es a veces lo más contundente y, desde luego, lo más fácil de comprender. Y fue un día, escuchando el fantástico podcast Así lo hacemos de Alex Martinez Vidal y Joan Boluda cuando visualicé claramente la solución.
El tríángulo clarificador
A ver, estaba ya ahí, pero de una forma difusa y no tan gráfica. Además, siempre necesitamos que nos muestren lo obvio. Se trataba de un triángulo en cuyos vértices se encontraban las tres condiciones indispensables para la mayoría de los clientes: bueno, urgente y barato.
Antes de nada, aclaremos a qué nos referimos con «barato». En este caso se trata de un precio muy por debajo del valor que se entrega, diferenciémoslo de «a bajo precio», que quiere decir que el precio es bajo (pero adecuado) para el valor que se ofrece.
Por tanto, volviendo al triángulo ¿Se Puede estar cerca de todos de los vértices a la vez? Definitivamente NO.
Si estás cerca del vértice “barato”, vemos cómo nos alejamos del vértice “bueno” y, a la vez, del vértice “urgente”. Ya que para que sea barato, y te merezca la pena como profesional, lo harás de cualquier manera, y no podrás dedicarte al 100% para terminarlo pronto puesto que descuidarías otros trabajos que igual te aportan más económicamente. Por tanto, el este trabajo barato te supondría un coste de oportunidad.
Si nos acercamos al vértice “bueno”, vemos cómo nos alejamos paulatinamente del vértice “barato”, pero también del “urgente”. Todos tenemos metido en la cabeza la asociación de lo artesanal con lo bueno. Y sabemos que lo artesanal está asociado a un trabajo hecho con mimo, extendido a lo largo del tiempo.
Y si nos acercamos a “urgente”, de nuevo nos alejamos de “bueno”, por un lado, y de “barato”, por otro. Las urgencias terminan siendo malas compañeras, sirven para solucionar un problema inmediato, con una solución temporal, mientras desarrollamos otra mejor (más buena), y de mayor coste (de ahí que no sea barata la urgencia).
Equilibrios de fuerzas
Urgente y barato
Si decidimos equilibrar y quedarnos en el punto intermedio entre dos vértices, por ejemplo “urgente” y “barato”, se ve claramente cómo nos alejamos de “bueno”. ¿Por qué? Pues porque no tendremos tiempo ni recursos para realizarlo de la mejor manera posible, sin repasar a fondo el trabajo para evitar que queden flecos sin resolver. Aún así, tampoco será todo lo urgente que podría ser si el precio fuese más alto, puesto que podríamos dedicar el 100% de los recursos. Quizá no podamos contratar el personal necesario para terminar el trabajo antes y la urgencia impedirá investigar el problema para ofrecer la solución más óptima (la “buena”).
Bueno y barato
Si nos quedamos en un equilibrio entre “bueno” y “barato”, no es posible que sea urgente. Está claro que si es barato (insisto en que barato es precio mucho más bajo que el valor de lo que se entrega), no podemos dedicarle tanto tiempo al trabajo, puesto que nos está costando el dinero y tenemos que empezar otros trabajos. Por tanto, nuestra atención acabará centrándose en esos nuevos trabajos sin terminar los ya empezados, porque hay que seguir pagando las facturas.
Urgente y bueno
Igualmente, si nos quedamos en el punto medio entre “urgente” y “bueno”, difícilmente podemos llevar a cabo ese trabajo siendo baratos. Como sabemos, la urgencia prima resolver un problema en un intervalo de tiempo muy corto y, generalmente, en detrimento de la calidad.
Por tanto, si como clientes nos ofrecen algo bueno, urgente y barato, es muy probable que nos estén engañando. Es decir, que el trabajo no sea bueno, ni se resuelva todo lo rápido que se desea, ni mucho menos sea barato. Con enorme seguridad será un trabajo mediocre.
Mi experiencia
Mi experiencia personal es que, en todos aquellos proyectos en los que me he movido entre “urgente” y “barato”, el resultado final me ha disgustado muchísimo, y estoy seguro que al cliente también. El problema es que no me gusta entregar cualquier cosa, así que la mayor parte de estos proyectos se han acercado más al bueno y barato, pasando a un segundo plano el carácter «urgente». Este hecho también disgusta al cliente, e implica un gran sufrimiento personal. Lo peor de todo es que el cliente no acaba apreciando la mejor calidad del trabajo.
Ésto me ha ocurrido en muchos proyectos, especialmente los realizados al principio (y no tan al principio) a amigos y conocidos. Ya sabes, aquello de que “la confianza da asco”.
Por otro lado, creo que “urgente” y “bueno” son dos conceptos incompatibles, y como requieren que el precio sea muy alto, ese territorio aún no lo he llegado a conocer.
Por último, aquellos proyectos que se han acercado más al vértice “bueno”, y que se han alejado de “barato” y “urgente”, son los que más satisfacciones personales me han dado, si bien han sido los menos frecuentes en mi experiencia.
Por tanto, son éstos los proyectos en los que actualmente trato de moverme, especialmente por el bien de mi cliente. Si bien, cuando he llegado a comprender lo que este triángulo transmite, como consumidor también he llegado a comprender que no puedo pretender tener un producto excelente, “para ahora” y a un precio ridículo.
En definitiva, hagamos valer como profesionales nuestro trabajo, los primeros beneficiados serán nuestros clientes, y nosotros por supuesto. Pero también como consumidores debemos educarnos en este aspecto, puesto que lo que no nos gusta que nos hagan, tampoco debemos hacerlo a los demás.
Y ya para terminar, creo que la siguiente infografía clarifica bastante todo lo aquí explicado.
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